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7 de febrero de 2008

Las Lagrimas de Moncho

29 de Mayo de 2006
por Patricia Cazón Trapote. Diario AS
nuncatedireminombre.blogspot.com

Acabó el partido y él lloraba, él lloraba con la intensidad de una pérdida, con la amargura con la que se llora cuando se ha dado un paso irreversible. Y no, no era así, pero Moncho lloraba apartado en una esquina de un vestuario como si fuera la primera vez en su vida, como se llora en la última. El Atlético Aviación se jugaba el prestigio y la categoría en esta mañana de junio. Allá, a Butarque, acudieron veintidós chavales con la ambición de tocar el cielo de Leganés en este día que, parecía, estaban destinados ya al infierno de la Regional Preferente. Este era el último día, estos los últimos noventa minutos de una temporada en la que pocas veces salieron del descenso, de la línea roja que separa la Tercera del pozo de la preferente. Un infierno, sí, sobre todo para un filial que lleva el apellido del Atlético de Madrid como segundo nombre. La grada, aséptica, vestía los colores contrarios. Apenas había gente, apenas había rojiblancos. El árbitro pita, los jugadores se conjuran, el principio de un posible adiós comienza. Roberto, Basilio, Quillo, Galán, Urraca, Juanje, Márquez, Otero, Ulises, Expósito, todos nombres desconocidos para el fútbol en general se dejan el alma en el césped con la importa de formar parte de la historia rojiblanca, con la ambición de que este sólo sea un paso más en carrera de ser futbolista a secas. Cuando la vida de alguien, la historia de un club, de un equipo, se termina en noventa minutos, sean buenos o malos, los corazones llevan otro ritmo, cada latido más, es uno menos, lo dice el marcador. Y la radio, la radio es en realidad quien dictamina la situación. Los rojiblancos de Butarque viajan a Santa Ana y a Carabanchel sin moverse de su asiento. Si ellos ganan, el Atlético pierde. Pasan los minutos y así sucede, el futuro del Aviación está en el infierno. El partido acaba, cuando los minutos rebasan el noventa, los corazones no corren, vuelan. La sentencia está a punto de caer, el Atlético se aleja de su categoría y, de pronto, un barullo en el área y un héroe que surge, Expósito. Un balón que entra, una afición que grita, unos periodistas que se abrazan, alguien que llora, Moncho y unas lágrimas que saben a Tercera.